José Gurvich




José Gurvich, nacido en Lituania en 1927, llegó a los cinco años a Uruguay para convertirse en uno de los refentes del arte de este país. En 1944 se relacionó con Joaquín Torres García y al año siguiente comenzó a formar parte de su Taller, llegando a ser una de las figuras fundamentales del movimiento constructivista en su país. Durante los años 50 Gurvich fue desarrollando un estilo más personal que expresará en un mundo donde se unen la tradición y lo nuevo, la realidad y la fantasía.
Expresa la crítica e historiadora del arte Alicia Haber: "Gurvich desplegó un mundo en el que tiene gran importancia la integración de la herencia torresgarciana con la progresiva búsqueda de la identidad judaica , la admiración hacia el arte de El Bosco, Chagall y Bruegel y una expresividad idiosincrásica. Acuarelas, témperas, óleos, cerámicas, esculturas, relieves y murales documentan su fantasía, su sensibilidad pictórica, su capacidad para el color, su esmero artesanal, su lirismo, su espiritualidad, su intuición creadora y su capacidad imaginativa".

La música es del Walter Heinze (1943 - 2005), guitarrista y compositor entrerriano.
Después del tiempo (zamba) es interpretada por Pablo Ascúa, El prometido (chamamé) es interpretada por Heinze y Ascúa.

Fin de fiesta y bicentenarios varios - Eduardo Grüner



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Es decir: una fecha, una de esas llamadas “efemérides” (un bicentenario, pongamos) no es tan sólo un hito en una historia lineal. No hay, para empezar, historia lineal. Las fechas –que son campos de batalla del “conflicto de las interpretaciones”, como bien saben los historiadores– son nudos (complejos, borromeanos, intrincados) que condensan de manera “desigual y combinada” historicidades heterogéneas, temporalidades diferentes, proyectos políticos, culturales y existenciales diversos y frecuentemente enfrentados. Cuando todas esas diferencialidades aparecen unificadas en un festejo (nacional y continental) multitudinario, estamos ante un bien interesante escenario de tensión entre dos polos de significación objetiva: por un lado, la tendencia a crear un tiempo histórico “homogéneo y vacío” (son palabras de Walter Benjamin), ilusoriamente propuesto como una totalidad sólida y sin fisuras; por el otro, la tendencia –probablemente mucho menos “consciente”– a darles visibilidad a las diferencias y las heterogeneidades, a la pugna de proyectos e intereses históricos que ocasionalmente –y estamos inmersos, en toda Latinoamérica, en una de esas “ocasiones”– asoman desde el proverbial “subsuelo sublevado” de las patrias. De un lado, el efecto de masa de las identificaciones con el ideal de unidad; del otro, los “agujeros” abiertos en ese ideal identitario por las particularidades de clase, de etnia, de género, de “modelos” económicos, sociales, políticos, culturales. Las dos cosas son igualmente verdaderas, en el sentido de que producen efectos materiales sobre las prácticas de los sujetos y de la polis. La historia (o la “prehistoria” en la que aún estamos, según la metáfora de Marx) es un remolino que hace entrechocar esas polaridades. Y esa historia se escribe –y, sobre todo, se hace– de manera totalmente distinta según la perspectiva sea la de los (por ahora) vencedores, o la de los (por ahora) vencidos. La primera es la historia que ya fue. La segunda, la que puede ser.

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Página/12, 30 - 5 - 2010

Tercer Congreso de Las Lenguas

Algunos videos sobre los festejos oficiales

Algunos artistas que trabajaron para los actos oficiales del Bicentenario:

Cómo se hizo la proyección sobre el Cabildo (nota del diario La Nación)